viernes, 9 de julio de 2010

CRONICA

¡Que viva España! (¡Que viva el futbol!)
Ayer desperdicié algunos minutos de mi vida discutiendo si España tenía un gran futbol y si había hecho un gran partido o no. Afortunadamente para mi causa, me encontré a mi amigo Félix Fernández, porterazo del campeón Atlante de aquella campaña 1992-93, quien acabó de aclararme, que lo que había visto minutos antes en el hermosísimo estadio de esta ciudad de Durban, no era un espejismo, sino que la Furia había revivido ese futbol exquisito que nos regaló hace dos años en la Copa de Europa.España no es el futbol perfecto materializado, me queda claro, pero también hemos disfrutado (espero que usted también) de una gran victoria que refresca al futbol internacional, si bien es cierto, el árbitro les hizo el regalo de perdonar un claro penal de Ramos sobre Oezil al final del primer tiempo, eso, como en la derrota de México ante Argentina y el fuera de lugar de Tévez, termina por convertirse en una circunstancia de la condenada necedad de Joseph Blatter y su banda de no aceptar que se utilice la repetición instantánea.
España jugó a lo que quiso, y lo que quiso fue tener el balón, es absurdo pensar que Alemania se los dejó, el propio Félix me reafirmaba el concepto sobre Bastian Schweinsteiger, el mediocampista del Bayern, que es un auténtico bulldog y que fue una más de las víctimas de lo que pasaba en la media cancha, donde Iniesta, Xavi y Xabi Alonso y Busquets, no sólo escondían el balón, paseaban a los jugadores alemanes, recuperaban y distribuían en servicios de primera intención ante las líneas rivales, que fieles a su estilo, marcaban de cerca pero no asfixiaban, lo que provocó decenas de pases cortos con una gran suavidad, que hacían ver enorme la diferencia en el control entre los dos equipos.La Furia ha ido creciendo partido a partido. Les costó un trabajo impresionante abrir a Portugal y luego a Paraguay, les costó un gran esfuerzo, igual de complicado, pero más lucidor abrir el marcador ayer, sobretodo, porque Alemania se murió de un solo tiro, un implacable cabezazo de Carles Puyol, el tremendo central del Barza, que era lo que menos esperaban los gigantones centrales teutones.

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